
Japón, siglo XVI. Una época de cambios con la esperanza de unificarlo, llevará al joven Hikaru a conocer su pasado y aprender una técnica secreta de su padre difunto. Su mentor, tío y padre adoptivo. Le enseñará a ser un Samurái y finalizar su aprendizaje. Descubrir el motivo de la muerte de sus padres. La ambición de dos objetos únicos. Venidos de los cielos.
Una mezcla entre ficción histórica, que deja al lector libre de elegir si la técnica es mágica o real, con sus pros y sus contras.
Relato de casi seis mil palabras y seis capítulos. Que alientan el control del dolor humano, sobre la enfermedad que padece el autor por un brote de colitis ulcerosa durante su creación.
¡Gracias! Por todo vuestro apoyo de antemano. Aquí os dejo los dos primeros capítulos.

Capítulo Uno: La Aldea.
Rezar en el santuario por mi hijo y mi mujer. Son cosas normales por las que venía al
monte Kongozan. Cómo se liberaba mi espíritu con el contacto de la montaña y el abrazo del
viento fresco que limpiaba mis sentidos. Es por eso que lo vi caer del cielo, fue muy cerca. El
haz de fuego surcando el cielo, con su sonido estruendoso, silbando y después impactó muy
cerca. No quedaba muy lejos, el humo aún se mantenía después de la colisión, marcando el
camino.
La cercanía con la ciudad de Osaka, no nos dejaba en una posición ventajosa. Ya que
nuestra aldea corría peligro por el conflicto entre los clanes Toyotomi y el clan de Oda
Nobunaga, un Daimyo muy poderoso. Había habladurías de que Japón sería unificado. Una
época de guerra y muertes, pero en la aldea no había cambiado nada. Para mí, esas noticias
podrían ser el momento de dejar de ser un Ronin y conseguir el sueño de ser un Samurái.
Como fue mi padre.
Mi tío me había enseñado mucho y practicábamos a menudo en su dojo el arte de la
espada y el arco, pero según él, aún era muy joven. Me quedaba mucho por aprender.
— Hikaru, te veo pensativo últimamente.
— Es cierto, maestro Shinichi. Están llegando noticias. Dicen que los Samuráis están
reclutando guerreros para una gran batalla. Se oye que todo va a cambiar. El clan Oda tiene la
intención de unificar Japón y nosotros estamos en territorio Toyotomi. Quienes buscan
alianzas con Azai y Asakura. — Con la esperanza de que mi expresión no demostrara la
tensión e impaciencia. —Tío, mis padres murieron por un conflicto entre clanes.
— Sé que quieres demostrar tu valía y honrar a tus padres. — Los ojos de Shinichi
empezaron a brillar. — Tú para mí eres como un hijo y aún temo que no estás preparado.
¿Crees que ser Samurái, tener un título te va a hacer mejor? Tu padre lo vio venir. Él te salvó
antes de morir. No has sufrido aún y tu doctrina, no está completada. Yo me hice cargo de ti.
¡Descansa! Mañana continuaremos con la enseñanza. Te espero en el dojo al amanecer e
intentaremos que veas las cosas con más sosiego. Además, quiero entregarte algo de tu padre.

Capítulo Dos: El Metal.
No fue difícil llegar al lugar del impacto. El humo ya se había disipado, se veía un
pequeño cráter donde la vegetación desaparecía o más bien, estaba desplazada hacia los
lados. La tierra estaba levantada alrededor de su centro y en este había un trozo de roca de
casi el tamaño de dos palmos. Un milagro venido del cielo. Lo toqué con mucho cuidado,
caliente, sin llegar a quemar, pero sí con un gran peso. Como dos vasijas de agua. Improvisé
fácilmente unas cuerdas y corté el bambú para transportar la roca. Una carretilla
improvisada que me permitiría moverla sin demasiado esfuerzo. El herrero del pueblo me
diría que poder hacer con ella.
Esa noche me costó mucho dormir. ¿Por qué mi tío me había dicho que aún no había
sufrido suficiente? ¿Perder a tus padres, tan joven no es suficiente sufrimiento? Es verdad que
no me habían faltado cuidados en todos estos años y mi tío se había hecho cargo de mí. Él dijo
que mi padre me había salvado, pero que me querrá contar o entregar. El agotamiento
continuado de mis pensamientos me llevó al sueño.
Cuando me desperté en la fresca mañana de marzo. La brisa atemperada del momento
amortiguó el agotamiento de mi vigía. Aunque parezca increíble no me sentía cansado, es
más, la incertidumbre, me llevó a asearme y vestirme de forma ágil. Una camisa blanca de lino
con adornos, que, aunque escasos, simbolizan la naturaleza. El Haori por encima de piel
curtida. Los Hakama de un color más oscuro que los adornos de la camisa, hacían un
contraste equilibrado. Cerré el conjunto con los calcetines blancos y protegidos de unas
sandalias acordadas a los pies. Qué más me podría enseñar mi tío, estaba vestido acorde y en
sintonía con el Daishizen. Mi respeto a lo que nos rodeaba acentuaba las leyes de ser Samurái.
Por lo que estaba perfectamente preparado para ver a mi tío.
La cara de mi tío era impasible y me lo encontré en la entrada del dojo sentado. En el
peldaño superior bebiendo té y a lado suyo dos Bokken de madera.
— Como siempre, te estaba esperando. Pero tu presencia, está cuidada al detalle.
Demuestran preocupación y atención por el día de hoy. —Shinichi, se levantó y realizó una
reverencia
— Maestro, he intentado estar al amanecer, como habíamos quedado. — Me incliné,
dejando ver una coleta alta realizada con esmero.
— Bien. El momento es relativo, si tú te desplazas a aquella colina desde la cima verás
amanecer antes y si estás aquí, hasta que no salga el sol por encima de ella, no habrá
amanecido. ¿Dónde estás ahora?
— ¡Aquí!
— ¿Y en qué momento?
— ¡Ahora! — Mi preocupación, no se desvanecía. Al ver a mi tío, asentir y entregarme
una de las espadas de madera.
— Vamos al centro del dojo, Hikaru. — Mientras me quitaba las sandalias, veía a mi tío
ir al centro y prepararse en posición de descanso. El sonido de los tablones de madera al
desplazarse se escuchaba perfectamente. Es el silencio y la paz del amanecer.
Nos saludemos y él inició una posición abierta de su espada a la altura de su cadera
derecha y se quedó quieto en esa posición.
Yo levanté los brazos y la espada la coloqué por encima de mi cabeza. Es evidente que
me iba a esperar, a que yo iniciara el ataque. Sin demorarme, solo la de hacer contacto directo
con sus ojos. Inicié el ataque con dos pasos poderosos que proyectaban un potente golpe
preciso a su clavícula. Un ataque mortal. Si no fuese por las espadas de madera. Pero Shinichi
desvió desde abajo y aprovechando su inercia, arremetió con todo su cuerpo y proyectando su
hombro derecho en mi pecho. El golpe me hizo caer al suelo.
—¿Quién te ha tirado? — Preguntó mi tío volviendo al centro del dojo. — ¿La espada, tu
cuerpo o mi cuerpo?
— Tu cuerpo. Pero ¿Lo que has hecho? — Me sorprendí cortando las palabras de mi
boca, tanto por el impedimento físico del golpe, como de la sorpresa.
Me levanté lo más rápido que pude. La punzada de dolor en el pecho se acentuó al
intentar expandir mi tórax y coger una bocanada de aire. Mi tío me observó mientras me iba al
centro del dojo y lo saludé. Observé su imitación en la reverencia a través de los mechones de
mi coleta deshecha.
— Sígueme, Hikaru.
Me puse las sandalias y me arreglé la coleta, mientras seguía a mi tío a las afueras de la
Aldea. El paisaje irradiaba crecimiento, los cerezos estaban floreciendo. La visión de la
naturaleza y cómo se transformaba en poco tiempo, es algo que te da paz. Pero yo seguía
intranquilo. ¿Por qué mi tío había actuado de esa forma en combate?
Continuamos andando. Subiendo por un estrecho camino que nos llevaba hasta un
salto de agua cercano a nuestra aldea. Una pequeña precipitación del arroyo que nos
proporcionaba agua a nuestro pueblo. Un lugar de paz sensorial, donde ejercitar el espíritu y
más en esta época del año. Un lugar donde nos parábamos para observar o meditar muy a
menudo.
Tras una pausa sin hablar, solo sentir el entorno. Mi tío giró su cabeza para verme
directo de arriba abajo. Después su cuerpo se alineó lentamente en mi dirección.
— Sobrino, te habrás hecho muchas preguntas y es normal, porque incluso yo a veces
me las hago.
Mi gesto de asentimiento no vino seguido de la palabra. Continué escuchando.
— Es el momento de explicarte algunas cosas sobre tu padre. Él perdió la vida, pero no
sin antes, evitarte todo el sufrimiento posible. —Su voz sonó apagada.
En ese mismo momento de pausa giré la cabeza intentando recordar a mi padre.
Aparecieron momentos muy vagos, pequeñas visiones. Era muy pequeño y los fragmentos de
esos momentos de sus cuidados por desgracia fueron cortos. Sentí como se preocupaba de
nosotros. El día que me regaló una espada pequeña de madera. Como jugaba con él, su risa al
darle un golpe por sorpresa. Los pensamientos se fueron difuminando mientras observaba el
caer del agua por la montaña antes de volver a mirar a mi tío.
— Tu padre, fue un hombre de honor y de sabiduría. Supo a la vez que ese honor que
todo Samurái proclama, a veces no es respetado. Es por eso que te he atacado con tan poca
honra antes. — realmente, yo estaba muy sorprendido por esa actitud de mi tío. — Él me pidió
que te cuidase y preparase si fallecía. Que estuvieras preparado para actuar ante las personas
que no van a comportarse de forma honrosa. No quería que quedases en peligro y al destino
incierto del azar.
— Pero maestro, el honor lo es todo. Un Samurái vive para proteger a su señor y sus
principios. — noté como me cogía de los hombros y me presionaba con sus manos.
—¡Exacto! Tú mismo lo has dicho. Debe el Samurái proteger los intereses de su señor,
es cierto. ¿Pero y si estos no son dignos? ¿Ambicionan algo? Dos descubrimientos mataron a
tu padre. Alguien los ambicionaba. Él se dio cuenta tarde, pero lo suficiente pronto para
salvarte únicamente a ti.
— ¿Porqué, ahora me intentas enseñar, todo esto? — Soltándome, dándome la espalda,
pensativo y caminando unos pasos antes de volverse a girar.
— Un conflicto muy grande se cierne sobre nosotros. Japón quiere ser unificado.
Muchos Samuráis han muerto y más que van a morir. Hay muchos intereses que se escapan
de nuestras manos. Te veo deseando luchar, pero antes tienes que aprender a esperar lo
inesperado. Ser honorable con quién es honorable, es muy bueno, pero siempre esperar, antes
de actuar. Nunca dar el primer paso, sin saber a lo que te enfrentas y cuidarte de quien no va a
respetar tu honor. Por eso, fuiste derribado en el dojo. Ese error te podría haber costado la
vida.
— ¿Y qué tiene que ver estas enseñanzas que ahora me das, con mi padre y mi madre?
Nunca antes hemos hablado de esto.
— Porqué cumplí la última voluntad de ellos, pero en especial de tu padre. Protegerte el
mayor tiempo posible era la premisa. Evitarte todo sufrimiento posible. Tu padre descubrió
una técnica mental de lucha. Fue una de las causas de su muerte, pero no la única.
La caída de agua bajaba en la distancia, pero pesó en mí, como si toda esa agua
estuviera cayendo desde esa gran altura, sobre mis hombros y cabeza. Mojándome todo entero y liberando un único pensamiento, que se expulsaba de mi cabeza como perro que se
desprende del agua. ¿Una técnica secreta, motivo de la muerte de mis padres?
— ¿Entonces me vas a contar la verdad de la muerte de mis padres? ¿No fue por un
conflicto entre los clanes Azai y Asakura?
— En parte fue por ese conflicto, pero eso solo fue la excusa perfecta para que ellos
perecieran. — La mano de mi tío se abrió para entregarme un objeto gris y oscuro. Un trozo de piedra cogido a una cuerda fina. Cuando cogí el collar. Este estaba
arrugado por los lados y a un lado pulido. Había unas betas geométricas de diferentes tonos
de grises. Era como si hubieran dibujado muchas líneas de matices oscuros, grises y pálidos.
No sabía qué decir y entendía que podría ser de mi padre. Con lo que antes de que mis labios
se abrieran para preguntar, mi maestro y mi tío a la vez respondieron.
— Era de tu padre, por esto perdió su vida. El material del que está hecho. No es de este
mundo. Cayó del cielo. Pero antes, meditemos y después volvemos al poblado.
Mientras liberaba mi mente. Noté como el viento sopló y se deslizó por toda mi cara
efectuando un remolino de viento en la terminación de mi coleta. Esa brisa con respuesta
turbulenta del aire en mi pelo me ayudó a ver un movimiento extraño. Mi tío agarró con
fuerza su Bokken que hasta ahora lo habíamos usado para ayudarnos a subir el monte y de un
giro lateral lo aceleró en punta para impactar en mi pecho. El dolor y el recuerdo de su
anterior embestida, me hizo reaccionar con un giro lateral del tronco y elevar mi Bokken
escupiendo su estocada hacia un lado. El dolor en el pecho seguía punzante. Pero había
esquivado el golpe.
Esta vez, somos Katanas Legendarias.